miércoles, 11 de junio de 2008

viernes, 30 de mayo de 2008

PuLiR CoNcEpToS


Antes de nada: ¡Felicidades por los buenos resultados!

Hay que reconocer que, en general, ha habido un cambio considerable (a mejor) desde principio de curso. Todos los profesores de 2º D lo comentamos y supongo que el tutor se los habrá transmitido.

Para muchos de ustedes aun queda, lo sé, un trago un tanto amargo: la P.A.U.

Tal y como acordamos en clase, les informaría a través del blog acerca del horario para las clases de repaso.

¿Les parece bien el siguiente?

LUNES a 2ª hora.

JUEVES a 2ª hora.

VIERNES a 2ª hora.

De lo que se trata es de ver algún fragmento que nos haya quedado pendiente, de resolver dudas, de repasar ideas y de pulir conceptos.

Confirmen si les parece bien este nuevo horario y si nos vemos el lunes.

¡Ánimo!

martes, 29 de abril de 2008

Lo SiEnTo


¡Lo siento!

Lo siento por lo rápido que hemos tenido que dar a Kant.

Lo siento por no haber tiempo para el debate.

Por darlo todo resumido y a la carrera.

Por los tochos de fotocopias.

Lo siento por el empacho previo al examen.

¡Mucha suerte y ya saben que pueden plantear sus dudas aquí antes del examen del viernes!


domingo, 30 de marzo de 2008

¿AmAnEcErÁ mAñAnA?


Suele ocurrir que la crítica de Hume a la causalidad se nos atragante.

Es decir, o bien que no la entendamos, o bien que pese a entenderla nos parezca algo disparatado.

Y es que choca no sólo con un presupuesto básico de las ciencias de la naturaleza.

Sino también con una idea implícita con la que funcionamos en nuestra vida cotidiana.

Este presupuesto de la ciencia o idea implícita de nuestra vida cotidiana no es otro que el del principio de causalidad.

Cuando el científico describe un determinado comportamiento de la naturaleza y lo precisa expresándolo en una fórmula matemática, da por supuesto que dicho comportamiento es regular, es decir, que describe tanto el presente, como el pasado, como el futuro de los cuerpos sometidos a dicho comportamiento. Por eso mismo a dicha fórmula la denomina "ley", pues dicta cómo deben ocurrir las cosas en el futuro.

Cuando abres el grifo del lavabo esperas que lo que salga no sea leche sino agua, cuando te comes una manzana no esperas que te envenene sino al contrario y si no das un salto al vacío desde lo alto del risco de Famara es porque no crees que en ese momento te nazcan unas alas que te permitan planear y descender suavemente sobre la playa.

Pero todo ello -dice Hume- pertenece al futuro, del que no poseemos impresiones, y nuestras suposiciones al respecto no se basan en otra cosa que en la costumbre y el hábito de lo que ha venido ocurriendo en el pasado.

Son, por lo tanto, meramente probables, mas no conocimiento cierto.

Es decir, que como el pavo inductivista de Russell, podríamos estar equivocados.

No obstante, cuando en clase puse algunos ejemplos de las cuestiones de hecho que, según Hume, no podemos dar por sentadas, más de uno se revolvió en el asiento con una sonrisilla irónica en la cara.

Por ejemplo:

-¿Cómo podemos estar seguros de que mañana amanecerá? No tenemos esa certeza.

-Pero es que es un hecho. La ciencia lo explica.

-La ciencia nos explica por qué el movimiento de rotación produce la sucesión del día y la noche, así como por qué se produce a esa velocidad y no a otra...

-Pues ya está.

-No, no está. Pues no nos garantiza que esa sujeción a esa ley vaya a producirse también mañana. ¿Y si de pronto la naturaleza cambia, "le da por cambiar"? Sería muy extraño pero... ¿acaso resulta inconcebible? ¿acaso resulta imposible?

Suena muy raro, lo sé... Y sin embargo, hubo quien se tomó muy en serio la hipótesis de Hume de que quizás no amaneciera al día siguiente. Y para tranquilizarnos a todos, calculó la probabilidad de que en un momento dado el sol vaya a aparecer un día más:

(d+1) / (d+2)

La Regla de Sucesión permitió a Laplace recuperar la calma tras el desasosiego que probablemente le habría producido el planteamiento de Hume.

Si te fijas en cómo funciona esta fácil regla te darás cuenta de que Adán, el primer hombre, no hubiera debido sentirse tan seguro de que amaneciera como el propio Laplace, o como tú mismo.

Sin embargo, yo me sigo preguntando...

¿Consigue refutar la fórmula de Laplace la crítica de Hume a la causalidad?



jueves, 27 de marzo de 2008

¿SoMoS LiBrEs?


Hoy en clase les hablé de la fascinante hipótesis de Laplace.

Lee antentamente esta sencilla explicación acerca del demonio de Laplace, a fin de que puedas valorar las implicaciones de dicha hipótesis.

Roland hizo una pregunta interesante en clase:

-¿Está el ser humano también sometido al determinismo causal de Laplace?

Algunos alumnos opinaron que sí, es decir: que el hombre no es libre, que la libertad de acción y de pensamiento que cree tener es tan sólo una ilusión, y que el determinismo, por tanto, le afecta a él tanto como al resto de seres animados o inanimados que conforman el Universo.

Otros alumnos, en cambio, opinaron que el hombre no está sometido a dicho determinismo y que su libertad de acción y pensamiento es real y supone una excepción, una ruptura de esa cadena férrea de causas y efectos que opera en el resto de la naturaleza, semejante al movimiento de una serie de fichas de dominó que se empujan la una a la otra.

Como en clase no hubo tiempo de defender cada cual su postura, te pido que aproveches este post para razonar y argumentar a favor de la misma, intentando persuadir al resto de su error.

La pregunta es, por tanto:

¿Somos libres o, por contra, todas nuestras acciones, decisiones y pensamientos están ya previamente determinados, tal y como afirma el determinismo?

Te recomiendo que te documentes un poco buscando alguna información en torno a los conceptos de "determinismo" y de "libre albedrío".


miércoles, 26 de marzo de 2008

¿HuMe aTeO?


La postura de Hume acerca de la existencia de Dios no es la de un ateo sino la de un agnóstico. En su obra Diálogos sobre la religión natural se dedica a criticar o refutar las presuntas demostraciones de la existencia de Dios que "pululaban" desde hacía tiempo por los ambientes eclesiásticos y académicos. Asismismo, afirma que no podemos tener conocimiento alguno acerca de la existencia o no de un ser supremo.

Este reconocimiento de los límites del hombre para alcanzar determinados conocimientos es lo que caracteriza a los filósofos escépticos, es decir, al movimiento filosófico que recibe el nombre de escepticismo.

Porque es escéptico, Hume no puede ser ateo. El ateísmo implica ya un conocimiento positivo, a saber: que Dios no existe.

De hecho, parece ser que incluso era creyente, como lo era prácticamente todo el mundo en el siglo XVIII.

No obstante, sus valientes críticas de las tradicionales demostraciones y afirmaciones acerca de Dios le valieron el sobrenombre de "Hume el ateo".

Por cierto, antes de Hume hemos estudiado ya otro filósofo que, en parte, puede considerarse escéptico:

¿A quién me refiero? ¿En qué sentido puede considerársele un escéptico?

domingo, 2 de marzo de 2008

HuMoR áCiDo


La imagen es del humorista gráfico Miguel Brieva y refleja el absurdo del consumismo llevado a su punto extremo. Me ha parecido oportuno traerla a Blazophia, ya que en la penúltima entrada estuvimos dialogando -bueno, blogueando- sobre el tema.

Sin embargo es en el blog de ética en el que he escrito el post que se merece este genial dibujante. Te recomiendo que le eches un vistazo a la entrada y que, si te interesa, continues con la entrevista.

sábado, 23 de febrero de 2008

RefUtAnDo a aRiStÓtELeS


INSTANTES

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico, correría más riesgos,
haría más viajes, contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida.
Claro que tuve momentos de alegría:
Pero si pudiera volver atrás
trataría de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida
sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte
sin un termómetro, una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas.
Si pudiera volver a vivir,
viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

(Mario Benedetti)

viernes, 8 de febrero de 2008

hAzLe hAbLaR


Leer a Aristóteles, ya lo hemos dicho, no resulta del todo fácil. Ya sabes que los escritos que nos han llegado pertenecen a esa parte de su obra que no estaba concebida para ser publicada o mostrada al público, sino que consistía en una especie de notas y apuntes que le servían para impartir sus clases en el Liceo. A esto nos referíamos cuando hablamos de sus obras esotéricas.

No sólo es eso. Ya de por sí resulta difícil "hacer hablar" a un texto escrito hace casi 2.500 años. No sólo el lenguaje no es el mismo; también las costumbres, la cultura, los valores y las ideas de quienes nos precedieron y formaron ese contexto histórico en el que vivió Aritóteles y compañía eran muy diferentes a los nuestros.

Y sin embargo, pese a todo, no es imposible: hacer hablar a Aristóteles después de tantos siglos.

Sabemos que su Física es falsa: que hay más de cinco elementos y que el geocentrismo al que también él se adhirió se reveló como una explicación ingeniosa pero falsa.

Pero a pesar de estos errores, la filosofía de Aristóteles se sigue estudiando y enseñando en todas las universidades del mundo y en todos los planes de estudio de Secundaria en los que existe la asignatura de filosofía. Por otra parte, sigue ocupando un puesto de honor en un hipotético ranking de filósofos ilustres.

Así pues, si pensamos que no hay nada de interesante en la filosofía de Aristóteles, si creemos que lo que escribió y pensó aquel griego con barba muerto hace ya casi una eternidad no tiene interés alguno ni puede decirnos o enseñarnos nada a nosotros, que estamos vivos, que vivimos nada más y nada menos que en el siglo XXI, que ni somos griegos ni tenemos barbas tan largas... entonces, una de dos:

a) O bien están muy despistados todos los gobiernos, rectores, decanos, profesores, alumnos, lectores y bloggeros que dan crédito a las ideas de Aristóteles y que las establecen como una parte de los curricula educativos, o las enseñan, o las comentan, o las discuten; en vez de dedicarse a algo más productivo.

b) O bien el problema es nuestro y, por lo que quiera que sea, no hemos sabido hacer hablar a Aristóteles.

Vamos a suponer que las autoridades educativas de casi todos los gobiernos del mundo no son estúpidas ni están despistadas. Vamos a partir de esta hipótesis y a suponer que Aristóteles tiene algo que decirnos también a nosotros, y no sólo a sus conciudadanos atenienses del siglo IV antes de Cristo.

Pero para ello tenemos que demostrarlo: debemos hacerle hablar entre nosotros, en la actualidad. Debemos elegir alguna de las ideas de Aristóteles y "aplicarla", es decir, mostrar de qué modo nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos, ya sea a nosotros como individuos, ya sea a la sociedad en la que vivimos.

Eso es lo que te voy a pedir que hagas: "hAzLe hAbLaR".

Pero para que veas que no me "escaqueo" y que yo también me pongo a ello en plena semana carnavalera, seré el primero en hacer la tarea, que te servirá así de ejemplo:



Esta semana de vacaciones he aprovechado para hacer algunas de las cosas que más me gustan, como viajar y leer. Me he ido con mi familia a Sevilla y a Madrid, desde donde ahora mismo escribo. Me he traído algunos libros que me trajeron los Reyes Magos de Oriente y que aún no había tenido tiempo de hincarles el diente.

Uno de esos libros, que aún llevo a medias, se titula "Las arquitecturas del deseo: una investigación sobre los placeres del espíritu", del filósofo español (vivo y sin barba) José Antonio Marina. Lo he ido leyendo en el avión Lanzarote-Sevilla, en el AVE Sevilla-Madrid y a ratos por las noches, antes de caer rendido en la cama.

Su lectura me ha hecho pensar en lo que me ocurrió el martes. Estaba en Sevilla, paseando por la zona peatonal del casco antiguo, que es también la zona comercial por excelencia. De repente, ante el escaparate de unos grandes almacenes, recordé que "me hacían falta" unos vaqueros... Entré ¿y qué ocurrió? Pues que salí de la tienda habiendo comprado dos vaqueros, una chaqueta, una camisa y un cinturón.

¿Qué había pasado? ¿Cómo pudo suceder esto?

Leamos lo que cuenta Jose Antonio Marina acerca del deseo, el consumismo, la publicidad y los escaparates:

"Nos hemos acostumbrado tanto a esta codicia consumista que nos parece que siempre ha existido, lo cual no es cierto. Zola, ejemplo eminente de intelectual comprometido, se alarmó hace más de cien años ante el protagonismo económico del deseo. En 1883, publicó El paraíso de las damas. Treinta años antes se había inaugurado en París Bon Marché, una tienda precursora de la revolución comercial. En su novela, Zola llama "traficantes de deseos" a los propietarios de los grandes almacenes. Lo que le irritaba era el uso de la mercancía como tentación. Hasta ese momento, las mercancías habían estado guardadas en cajas, esperando la necesidad, la demanda, que las hiciera salir de las estanterías. Pero en el gran almacén, los objetos realizaban un strip-tease comercial, iban desnudos hacia el cliente, despertando la lascivia consumista. No paró en eso la cosa. Por esa época se inventó la lámina de vidrio y apareció el escaparate. ¡Era el colmo! Las mercancías ejercían su potencia tentadora contra el viandante. Era una especie de prostitución. En efecto, "prostituere" significa ponerse en un escaparate. Exhibirse excitantemente".

La tesis de Marina en estas páginas es la siguiente. Mientras que el deseo ha sido una clase de impulso que las grandes religiones y las culturas antiguas han tratado sistemáticamente de rechazar o calumniar, en nuestra civilización actual no para de promocionarse y fomentarse. Y en ello juega un papel crucial el sistema capitalista y el modelo de consumismo que lo nutre. Pues a través de la publicidad, se nos crean o fabrican nuevas necesidades, nuevos deseos, nuevas insatisfacciones, que nos conducen a comprar compulsivamente, como si en los productos promocionados (perfumes, zapatillas de deporte, coches, etc.) residiera la posibilidad de saciar tales deseos. Esto ocurre en muy breve lapso de tiempo. Pero enseguida la publicidad vuelve a generar en nosotros nuevas necesidades, nuevos deseos, nuevas insatisfacciones...



Supongo que ya habrás adivinado por dónde van los tiros, qué pinta en todo esto el amigo Aristóteles...

En efecto, tras haberme comprado los dos vaqueros, la chaqueta, la camisa y el cinturón, me pregunté que para qué o por qué me había comprado tanta ropa compulsivamente, cuando sólo me hacían falta unos vaqueros. Y no pude evitar acordarme de la distinción aristotélica entre fines perfectos e imperfectos.

¿Por qué compramos compulsivamente?

¿Por qué compramos cosas que no nos hacen falta?

Lo hacemos, sin lugar a dudas, para conseguir otras cosas, otros bienes o fines que, por tanto, consideramos más valiosos. En el caso de la ropa ¿qué bienes o fines pueden ser éstos? He aquí algunas respuestas: para estar a la moda, para ser aceptado en un determinado grupo, para parecernos a alguien que admiramos, para ligar más, para...

Con la teoría de Aristóteles en la mano deberíamos preguntarnos: "¿y para qué quiero estar a la moda, ser aceptado en un determinado grupo, parecerme a alguien que admiro, etc.?". Y ahí tendríamos que dar otra respuesta, encontrar otro fin más perfecto o valioso que el anterior.

Lo importante es lo siguiente. Aristóteles nos pide que nos fijemos en si dicho comportamiento nos acerca o no al fin supremo o perfecto: la felicidad. Puede resultar un rollo hacerse este tipo de preguntas cada dos por tres. Pero eso es lo que nos pide: ser virtuosos. Y siendo la virtud o "areté" la excelencia en aquello que es propio del hombre, y siendo la razón eso que es propio, lo que nos pide Arstóteles es que actuemos y vivamos conforme al uso excelente de la razón.

Aristóteles nos pide que pensemos, que seamos racionales y actuemos en la vida con inteligencia. Y ello no porque así lo haya pedido algún dios omnipotente (como carse), ni porque su autoridad y fama nos obligue a obedecerle, sino porque sólo así conseguiremos aquello que todos queremos en el fondo: ser felices.

Y ahora va esa "tarea carnavalera" que prometí en clase:

A) Haz hablar a Aristóteles: relaciona alguna de sus ideas con algo que te haya ocurrido, que hayas visto, que hayas pensado, que te preocupe o que forme parte del modo de vida de esta enorme polis que es el mundo globalizado en que vivimos.

B) Profundiza en el tema que he esbozado: el consumismo y la felicidad. Termina la serie de preguntas que yo he comenzado, tratando de dilucidar si mi compra en los grandes almacenes o un tipo de compra similar es inteligente y racional y, por tanto, conduce a la felicidad, o si, por el contrario, es un caso de akrasia.

Como entiendo que estas son fechas de mucho trabajo y que andarás liadísimo/a con la preparación del disfraz, sólo voy a pedirte que contestes a una de las dos tareas, señalando de antemano si te decantas por la A o por la B.

Y ya que ha sido culpa mía el no haber publicado antes este post ampliaré el plazo máximo que tienes para dejar tu tarea en forma de comentario a este post: hasta el viernes 15 de febrero a las 18:00 horas.

Es decir, una semana. Aunque en realidad, ya que escribo desde la península, sales ganando, puesto que tienes una horita más.

No te quejarás...




martes, 8 de enero de 2008

mÁqUiNa dE ExPeRiEnCiAs

Hoy la clase se ha dividido en grupos y cada uno de ellos ha elaborado un "informe" acerca de la felicidad.

Se trataba de retomar el tema que había quedado a medias: la ética aristotélica.

Bueno, y de empezar el año con un poco de "buen rollito"... Siempre es mejor volver a los madrugones hablando de la felicidad que haciéndolo acerca de la sustancia o la teoría hilemórfica en Aristóteles.

Una de las preguntas a la que había que responder en dicho informe era la siguiente:

"¿Qué relación hay entre el placer y la felicidad?"

Al comienzo de la Ética a Nicómaco Aristóteles observa que todos los hombres sin excepción perseguimos una y la misma cosa, hacia la que parecemos tender de modo natural: la felicidad. Sin embargo -añade- las opiniones de los hombres respecto a cómo alcanzarla difieren de un individuo a otro. De hecho, hasta un mismo individuo parece no tenerlo del todo claro:

"Enfermo, cree que la felicidad es la salud; pobre, que es la riqueza"

Así pues, Aristóteles comienza a analizar todas las opiniones que se han dado acerca de cuál es el secreto o el ingrediente principal para alcanzar la felicidad. Y la primera que analiza es aquella que sostiene que la felicidad reside en el placer.

Como vimos en el primer trimestre, esta teoría ética se conoce como hedonismo y se opone al ascetismo moral, representado entre otros por Platón, los estoicos y el cristianismo.

La postura de Aristóteles respecto al papel que el papel debe jugar en el camino del hombre hacia la felicidad es, como tantas otras veces, intermedia. Según él, el placer es un elemento necesario para una vida feliz, mas no indispensable. Se muestra, de hecho, bastante crítico con las teorías hedonistas...

En primer lugar, distingue entre dos tipos de placeres: del cuerpo y del alma. Y sostiene que los primeros, de orden material y sensible (el lujo, la comida, el sexo, etc.) son inferiores a los segundos, de carácter mental o espiritual (una conversación interesante, disfrutar de una música agradable, resolver un problema mediante la razón). Y ello debido a que estos últimos son exclusivos del hombre, mientras que los placeres del cuerpo son característicos de los animales.

En segundo lugar, Aristóteles considera que una vida dedicada o entregada exclusivamente al placer es algo pueril, propio de niños más que de hombres:

"Y el hecho de que tales hombres, por no haber buscado un placer puro y libre, recurran a los placeres del cuerpo no es razón para considerarlos preferibles, pues también los niños creen que lo que ellos estiman es lo mejor".

"Ocuparse y trabajar por causa de la diversión parece necio y muy pueril"

Pues bien, este segundo argumento de Aristóteles para rechazar el hedonismo es el que, en mi opinión, confirma el resultado del experimento (mental) del filósofo contemporáneo Robert Nozick: la máquina de experiencias.
El reto que planteó este filósofo a quien quisiera asumirlo es el siguiente:
«Supongamos que existe una máquina de experiencias que pueda ofrecerte cualquier experiencia que desees. Unos neuropsicólogos superdotados pueden estimular tu cerebro de manera que puedas pensar y sentir que estás escribiendo una gran novela, o entablando una amistad, o leyendo un libro interesante. Durante ese tiempo, estarías flotando en un tanque con electrodos aplicados en tu cerebro. ¿Te conectarías en esta máquina para siempre, con los deseos de tu vida preprogramados? Por supuesto, mientras estuvieras en la máquina no sabrías que estás ahí; pensarías que todo está sucediendo a cada momento (...). ¿Te conectarías? ¿Qué es lo que nos importa, sino cómo sentimos nuestras vidas desde dentro?».

Lo interesante del experimento de Nozick son los resultados: pese a lo fantástico que pudiera parecer, en un principio, ingresar -irreversiblemente- en la máquina de experiencias, lo cierto es que la mayoría de la gente no se conectaría.

Por ejemplo, no queremos tener la experiencia de ser una persona honesta; queremos ser una persona honesta. No queremos tener una experiencia similar a la de quien hace un viaje en el tiempo; queremos hacer un viaje en el tiempo. No queremos tener la experiencia de quien se enamora de una persona y ve por fin ese amor correspondido; queremos de hecho enamorarnos y ser correspondidos por la otra persona.

En definitiva, la máquina de experiencias proporciona placer a raudales y a voluntad, tal y como persigue el hedonismo, pero valoramos por encima de ese placer la autenticidad o realidad del mismo.

Preferimos la verdad al placer.

Este mismo reto de la máquina de experiencias es el que se plantea Neo, el protagonista de la película Matrix, cuando duda entre tomar la píldora roja (que le hará ser consciente del engaño en que ha estado viviendo, similar por cierto al del prisionero platónico) o la píldora azul (que le devolverá al placentero pero ilusorio mundo virtual de matrix).

Si te interesa realmente todo esto que he estado contando no dejes de leer este estupendo texto de José Antonio Rivera. Es un poco largo, pero vale la pena. Te servirá, además, para descubrir cómo la película Matrix no es más que un plagio del mito de la caverna de Platón.

Si te interesa, pero no tienes tanto tiempo como quisieras, me conformo con que respondas en un comentario a estas 2 preguntas:

a) ¿Qué opininas de la postura de Aristóteles sobre el placer? Justifica tu respuesta.

b) ¿Entrarías definitivamente en la máquina de experiencias? ¿por qué?

Si, por el contrario, no te interesa lo más mínimo esto que he ido contanto: ¡¿Cómo has llegado hasta aquí?!