martes, 8 de enero de 2008

mÁqUiNa dE ExPeRiEnCiAs

Hoy la clase se ha dividido en grupos y cada uno de ellos ha elaborado un "informe" acerca de la felicidad.

Se trataba de retomar el tema que había quedado a medias: la ética aristotélica.

Bueno, y de empezar el año con un poco de "buen rollito"... Siempre es mejor volver a los madrugones hablando de la felicidad que haciéndolo acerca de la sustancia o la teoría hilemórfica en Aristóteles.

Una de las preguntas a la que había que responder en dicho informe era la siguiente:

"¿Qué relación hay entre el placer y la felicidad?"

Al comienzo de la Ética a Nicómaco Aristóteles observa que todos los hombres sin excepción perseguimos una y la misma cosa, hacia la que parecemos tender de modo natural: la felicidad. Sin embargo -añade- las opiniones de los hombres respecto a cómo alcanzarla difieren de un individuo a otro. De hecho, hasta un mismo individuo parece no tenerlo del todo claro:

"Enfermo, cree que la felicidad es la salud; pobre, que es la riqueza"

Así pues, Aristóteles comienza a analizar todas las opiniones que se han dado acerca de cuál es el secreto o el ingrediente principal para alcanzar la felicidad. Y la primera que analiza es aquella que sostiene que la felicidad reside en el placer.

Como vimos en el primer trimestre, esta teoría ética se conoce como hedonismo y se opone al ascetismo moral, representado entre otros por Platón, los estoicos y el cristianismo.

La postura de Aristóteles respecto al papel que el papel debe jugar en el camino del hombre hacia la felicidad es, como tantas otras veces, intermedia. Según él, el placer es un elemento necesario para una vida feliz, mas no indispensable. Se muestra, de hecho, bastante crítico con las teorías hedonistas...

En primer lugar, distingue entre dos tipos de placeres: del cuerpo y del alma. Y sostiene que los primeros, de orden material y sensible (el lujo, la comida, el sexo, etc.) son inferiores a los segundos, de carácter mental o espiritual (una conversación interesante, disfrutar de una música agradable, resolver un problema mediante la razón). Y ello debido a que estos últimos son exclusivos del hombre, mientras que los placeres del cuerpo son característicos de los animales.

En segundo lugar, Aristóteles considera que una vida dedicada o entregada exclusivamente al placer es algo pueril, propio de niños más que de hombres:

"Y el hecho de que tales hombres, por no haber buscado un placer puro y libre, recurran a los placeres del cuerpo no es razón para considerarlos preferibles, pues también los niños creen que lo que ellos estiman es lo mejor".

"Ocuparse y trabajar por causa de la diversión parece necio y muy pueril"

Pues bien, este segundo argumento de Aristóteles para rechazar el hedonismo es el que, en mi opinión, confirma el resultado del experimento (mental) del filósofo contemporáneo Robert Nozick: la máquina de experiencias.
El reto que planteó este filósofo a quien quisiera asumirlo es el siguiente:
«Supongamos que existe una máquina de experiencias que pueda ofrecerte cualquier experiencia que desees. Unos neuropsicólogos superdotados pueden estimular tu cerebro de manera que puedas pensar y sentir que estás escribiendo una gran novela, o entablando una amistad, o leyendo un libro interesante. Durante ese tiempo, estarías flotando en un tanque con electrodos aplicados en tu cerebro. ¿Te conectarías en esta máquina para siempre, con los deseos de tu vida preprogramados? Por supuesto, mientras estuvieras en la máquina no sabrías que estás ahí; pensarías que todo está sucediendo a cada momento (...). ¿Te conectarías? ¿Qué es lo que nos importa, sino cómo sentimos nuestras vidas desde dentro?».

Lo interesante del experimento de Nozick son los resultados: pese a lo fantástico que pudiera parecer, en un principio, ingresar -irreversiblemente- en la máquina de experiencias, lo cierto es que la mayoría de la gente no se conectaría.

Por ejemplo, no queremos tener la experiencia de ser una persona honesta; queremos ser una persona honesta. No queremos tener una experiencia similar a la de quien hace un viaje en el tiempo; queremos hacer un viaje en el tiempo. No queremos tener la experiencia de quien se enamora de una persona y ve por fin ese amor correspondido; queremos de hecho enamorarnos y ser correspondidos por la otra persona.

En definitiva, la máquina de experiencias proporciona placer a raudales y a voluntad, tal y como persigue el hedonismo, pero valoramos por encima de ese placer la autenticidad o realidad del mismo.

Preferimos la verdad al placer.

Este mismo reto de la máquina de experiencias es el que se plantea Neo, el protagonista de la película Matrix, cuando duda entre tomar la píldora roja (que le hará ser consciente del engaño en que ha estado viviendo, similar por cierto al del prisionero platónico) o la píldora azul (que le devolverá al placentero pero ilusorio mundo virtual de matrix).

Si te interesa realmente todo esto que he estado contando no dejes de leer este estupendo texto de José Antonio Rivera. Es un poco largo, pero vale la pena. Te servirá, además, para descubrir cómo la película Matrix no es más que un plagio del mito de la caverna de Platón.

Si te interesa, pero no tienes tanto tiempo como quisieras, me conformo con que respondas en un comentario a estas 2 preguntas:

a) ¿Qué opininas de la postura de Aristóteles sobre el placer? Justifica tu respuesta.

b) ¿Entrarías definitivamente en la máquina de experiencias? ¿por qué?

Si, por el contrario, no te interesa lo más mínimo esto que he ido contanto: ¡¿Cómo has llegado hasta aquí?!